El síndrome del impostor en jóvenes
Qué es y cómo convertirlo en tu aliado
El síndrome del impostor, aquel fenómeno psicológico que nos impide reconocer nuestros logros, es cada vez más frecuente en el mundo profesional y académico. En particular, el síndrome del impostor en jóvenes se ha explorado menos. Entérate de qué es y cómo convertirlo en tu aliado.
Alejandra Marcote, contadora pública (UBA), Magíster en Coaching y Cambio Organizacional (USAL), Speaker especializada en el aprendizaje de errores y fracasos, acaba de publicar Cómo transformar el síndrome del impostor en tu aliado por la editorial Hojas del Sur.
A partir de su destacada formación y trayectoria trabajando con profesionales, empresas y organizaciones, conversamos acerca de la sensación de ser “un fraude” que afecta sobre todo a mujeres. La importancia de poseer recursos para actuar sobre la frustración y sobre las posibles salidas al laberinto de la exigencia. Y en particular, enfocamos el síndrome del impostor en jóvenes.

Ale Marcote, destacada autora del libro sobre el Síndrome del Impostor nos habla sobre el síndrome del impostor en jóvenes
El Síndrome del Impostor en jóvenes: un sentimiento muy frecuente y poco nombrado en mujeres jóvenes
Flor Naiman – ¿Qué es el Síndrome del Impostor? En particular, ¿qué es el síndrome del impostor en jóvenes profesionales?
Alejandra Marcote- El Síndrome del Impostor tiene que ver con la idea de que somos un fraude, de que no estamos a la altura de las circunstancias. Lógicamente, esto produce temor, miedo a “ser descubiertos”: estamos engañando a quienes nos rodean y confían en nosotros. Los logros se atribuyen a causas externas, como los contactos, la suerte, las coincidencias.
Es cierto que afecta especialmente a los jóvenes: cuando alguien está estudiando o recién se recibe se enfrenta a un área de conocimiento que desconoce. Y muchas veces, la expectativa es la del éxito inmediato. Si a la primera tarea que nos dan no la realizamos a tiempo o el resultado no es perfecto, creemos que no servimos para eso. Además cuando arrancamos no tenemos herramientas desarrolladas para enfrentar esto, estrategias. Esto también afecta a los estudiantes, porque uno en el ámbito educativo está sometido a la evaluación: satisfacer expectativas de los demás y las propias. Ese ida y vuelta con la evaluación nos hace sentir que vamos a ser descubiertos.
FN- ¿De dónde surge el Síndrome del Impostor?
AM- Es un término que se acuñó hace muchos años, estudiando a un grupo de mujeres consideradas profesionalmente exitosas, que no se veían a sí mismas de esa forma. Hay muchos factores que producen esto: la expectativa de alcanzar la perfección, ser aceptados/as, ser amados/as, entre otros. Como coach, intento entender: ¿En qué situación lo ubicamos? ¿Cómo salimos de allí?
FN- ¿Subyace en todos los ámbitos de la vida? ¿Desde los primeros años de escolaridad?
AM– No se siente en todo momento, es situacional, puede ocurrir en algunas reuniones de trabajo por ejemplo, o en evaluaciones. También puede surgir en ámbitos creativos o artísticos. Puede darse especialmente en la escolarización. Las maestras pueden decirnos “Vos podés con todo” y si vemos que no podemos, que las cosas no me resultan tan fáciles, podemos sentirnos un fraude, un engaño. También puede ocurrir que desde afuera no se den esos mensajes de aliento, al contrario, que nuestros esfuerzos no resulten en un reconocimiento, y eso también generará sensaciones similares. Entonces el origen de esta sensación depende de cada caso —es particular— y como coach yo enfatizo mucho en trabajar desde las singularidades y desde el presente de cada uno.
El proceso de escritura: entre la vida profesional y la investigación
FN- ¿De dónde surgió la semilla para escribir este libro?
AM- Lo vengo trabajando desde hace años, en el ámbito profesional y personal. Yo siempre fui muy exigente en mi vida académica, tanto en el secundario como en mi carrera de contadora. Y aunque me sacaba muy buenas notas, no disfrutaba. Recién me di cuenta de mi tendencia al perfeccionismo cuando empecé a buscar un cambio de rumbo y cursé una maestría en Coaching. Ahí esa característica inherente a mi personalidad se volvió un obstáculo enorme para mi viraje de carrera.
Fui investigando, y me vi reflejada en el Síndrome del Impostor. A medida que mi carrera como coach creció, y a partir de mi trabajo fundando Aprender del Error -iniciativa enfocada en la transformación cultural de equipos y organizaciones a partir de un abordaje innovador de los fracasos-, siempre estuvo presente la idea de trabajar el Síndrome del Impostor de forma más específica. Primero pensé en un artículo, luego en un e-book, y culminó en un libro.
Además, durante la pandemia, abrí talleres para personas que anhelaban un cambio profesional se repensaran, en esta cuestión de sentirse un fraude, en la sensación de estar engañando al entorno. Ver que otras personas necesitaban reinventarse fue un gran disparador para la escritura del libro.
Hacia un nuevo enfoque centrado en los procesos de trabajo y aprendizaje
FN- ¿Cómo seguir persiguiendo nuestros anhelos y aspiraciones sin frustrarnos al ser los resultados distintos a lo que esperábamos?
AM- Estamos muy orientados al paradigma centrado en el resultado final. Todo lo que hacemos debe culminar en éxito. Yo lo que siempre propongo es salir de ahí, revincularnos con la noción de “proceso”. Siempre habrá factores externos que alterarán el resultado, no tenemos el control sobre todo, puede no darse ese objetivo que anhelábamos.
Sin embargo, tomar los procesos como parte del aprendizaje es fundamental. Independientemente del resultado, conviene preguntarnos: ¿Qué trajo este proceso para mí? ¿Qué me llevo de este proceso?
La idea de fraude está muy ligada a esta posibilidad de fracasar –No era lo suficientemente competente, lo suficientemente emprendedora, empresaria, buena madre– y el paradigma binario éxito/fracaso hace que muchas veces no intentemos lo que queremos hacer. Que el resultado esperado no se dé no nos convierte en un fraude, es una posibilidad. Fallar no nos convierte en un fraude, conectar con el proceso -con estas preguntas, qué rescato, qué me llevo– es clave para no vivir frustrados. Si solo dependemos del resultado, la frustración será una constante en nuestras vidas.
FN- ¿Qué diferencia una exigencia positiva de una negativa que nos impide valorarnos?
AM- Creo que esto se relaciona con el paradigma de la autoexigencia de resultados, sin contemplar si estamos cuidando o no los recursos que tenemos, nuestros vínculos, nuestra salud mental. Conseguir algo a toda costa más allá de que terminemos enfermas, quemadas, resintiendo vínculos.
En vez de hablar de exigencia positiva o negativa, yo propongo volcarnos hacia otro paradigma, el de la excelencia. Se trata de cuidar de uno mismo y avanzar, expresando lo mejor que tenemos y progresando continuamente. Muchas veces no nos cuidamos y nos autoexigimos, dejando otros factores de nuestra vida en el camino.
El Síndrome del Impostor en jóvenes limita en particular a las mujeres profesionales
FN- ¿Considerás que esta sensación afecta particularmente a las mujeres en el mundo profesional? Ya que a menudo aún hoy en día escuchamos prejuicios del tipo “Para llegar a este lugar de poder le hizo tal favor a tal hombre” o “Solo está en esa posición por ser atractiva”
AM- Desde mi experiencia y mi investigación, si bien hace unos años se veía que esto afectaba más a las mujeres, en el último tiempo esta brecha se achicó y cada vez más hombres admiten sentirse sobreexigidos y un fraude en sus contextos laborales.
Sin embargo, nos sigue paralizando y limitando más a las mujeres. Las expectativas sociales hacia las mujeres se relacionan mucho con el deber ser doméstico. No hace tanto que las mujeres nos lanzamos masivamente a esferas profesionales, y cuando una llega a lugares donde no se espera nuestra presencia, lo que se requiere de nosotras es un trabajo de resignificación, de desafiar creencias.
Las mujeres hemos sido consideradas emocionales, no racionales, no objetivas, como si el espacio intelectual y de las altas decisiones fuera masculino, al igual que disciplinas científicas, o relativas a la tecnología o a las matemáticas. Por eso, trabajar desde el lugar propio para desanudar creencias y abrir ámbitos vedados es una tarea diaria.
También la presencia en el ámbito laboral y en el profesional incrementa la exigencia hacia las mujeres, Estoy en mi casa y debo ser la mejor, estoy en el trabajo y debo ser la mejor, no hay lugar para la falla o la imperfección. Creo que los roles dentro del hogar no acompañan este cambio igualitario de presencia femenina en ámbitos profesionales que venimos viendo.
Y por supuesto, la doble vara desde la cual se juzga a hombres y mujeres: ¿Cómo es que llegó esa mujer ahí? es una pregunta que un varón no recibe. Las mujeres tienen que trabajar más, y les exigen más para llegar a puestos de liderazgo. Entonces, la cultura influye en que nos sintamos un fraude. Así como también permanece la idea de la modestia femenina como virtud, el imperativo a permanecer calladas, tranquilas, nada de andar mostrando. Eso claramente nos lleva a que no podamos apropiarnos de lo que logramos, y nos limita mucho al momento de progresar.
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